CÓMO SE LO DIGO A MIS HIJOS

Esta pregunta, muy probablemente fruto de la casualidad en la últimas semanas, ha sido una preocupación importante en la consulta. Lejos de suplir la labor de otros profesionales y expertos en la materia puedan realizar, vayan algunos consejos basados en la experiencia sustentada a su vez en lo que vosotros me contáis…

Tres premisas a la hora de hablar con ellos.

** No es posible engañarlos, hasta los mas pequeños perciben cambios en su rutinas y hábitos. Perciben que algo pasa… por tanto es una estrategia con un corto recorrido en la mayoría de las ocasiones, tratar de ocultar nuestra enfermedad, especialmente si se prevee una duración larga o implica cambios físicos.

** Hay que buscar el momento adecuado en el que estemos tranquilos y sin interferencias. Se contagiarán de nuestra tranquilidad y naturalidad, por tanto son dos características que deben predominar en nuestra conversación.

** Si preguntan hay que contestarles y si no preguntan hay que propiciar espacios tranquilos e íntimos para que si quieren, puedan hacerlo.

De manera general, la comprensión que pueden tener nuestros hijos de la enfermedad esta determinada en gran medida por su edad. Sólo a modo de orientación algunas pistas…

– En etapas muy precoces (0-4 años), perciben cambios en la rutina de preocupación o tristeza. Si bien es muy raro que pregunten, si lo hacen o percibimos que les preocupa algo , nos puede ayudar el sentido mágico que tiene nuestros hijos de la realidad, contarles a modo de relato lo que a mami o a papi le pasa y el uso de la fantasía en esta etapa puede ser una herramienta muy útil.

– De los 5-9 años aproximadamente ya han tenido muchos de ellos experiencias de lo que es enfermar, entenderán síntomas como la tos, fiebre, el dolor o la presencia de una herida como causas de nuestra preocupación o tristeza, y de igual manera confiarán que al igual que les ocurrió a ellos, un tratamiento pueden “ponernos buenos de nuevo”.

– A partir de los 10 años pueden comenzar a preguntarnos de manera mucho mas directa y diferenciando lo que es una enfermedad leve de lo que es una grave o potencialmente mortal. En estos casos, la información que les facilitemos tendrá que ser planificada y dosificada para asegurar su asimilación y comprensión, sencilla y veraz, nos tendremos que asegurar que se entendió bien. Si es posible les anticiparemos cambios previsibles a corto plazo como puede ser lo derivados del tratamiento que vayamos a recibir, les dará seguridad y confianza en nosotros. Una información negativa siempre puede ir acompañada de una positiva y tranquilizadora.

Estoy seguro que nadie mejor que nosotros puede hacerlo. No obstante equipos especializados (psicólogos y educadores) nos pueden ayudar, acudamos a ellos.

Juan de la Haba

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