SE ME VA A CAER EL PELO…

Es uno de los signos más identificativos del paciente en tratamiento oncológico y uno de los aspectos que más angustian antes de iniciar el tratamiento. No todos los fármacos producen alopecia. La caída suele ser progresiva comenzando a las 2-3 semanas después del tratamiento, y la recuperación se produce tras la finalización del mismo, habitualmente con una textura y color diferentes, y a una velocidad variable de unas personas a otras pero en torno a 1 cm. al mes.

Existen diferentes medidas para aliviarla: el afeitado de la cabeza cuando se inicia la caída, el empleo de postizos y pañuelos, la potenciación de otros aspectos de la estética. Pero entender que este efecto secundario es sólo un cambio estético temporal, que no ha de ser necesariamente a peor, es lo más importante.

ESTAS SON DOS PERLAS DE LA CONSULTA:

Sobre “su momento alopecia”
“De siempre muy presumida, para mí no es posible salir a la calle sin estar completamente arreglada. Y ahora, sin pelo, es lo que más me preocupaba y angustiaba de todo. No podía estar esperando a que se me cayera y me afeité la cabeza.

Ahora era sólo cuestión de echarle «cara dura» y de salir a la calle. Al principio con algo de corte, la misma sensación que cuando en alguna ocasión me había puesto algo más atrevido; sensación muy breve, ya que era una nueva y atrevida yo, de quien al final estaba muy orgullosa…»

Lo más valioso de la caida del pelo fue, descubrir una maravillosa cabeza calva que no conocía, una bola perfecta que, bien hidratada y tratada, me confería un aspecto diferente, increíble. Me gustaba y gustaba”.

En ocasiones el temor es lo que puedan sufrir los demás…

“Con la caída del pelo mi mayor temor eran mis hijos de 5 y 9 años. Con naturalidad y el corazón encogido, pero como si de una broma o un juego se tratara, les explicamos mi marido y yo que me iba a poner un tratamiento y que, como consecuencia del mismo, se me iba a caer el cabello. Con forzada naturalidad, bromeé diciéndoles que me iba a parecer al tío Luis, para ellos calvo desde siempre, pero que no se preocuparan, puesto que me iba a poner una peluca.

Esta experiencia me ha enseñado que los niños (mis hijos) tienen la maravillosa virtud de adaptarse a cualquier situación mucho más rápido que los adultos, y que la clave de aquel momento –como de otros muchos en la vida– fue dotarlo de naturalidad y cierto grado de comicidad. En más de una ocasión tuve que quitarles la peluca a mis hijos, con la que estaban jugando…”

Atrévete seguro que te hiciste o te has hecho una foto, cuéntanos como te fue…

Juan de la Haba